Treinta y Tres
El 3 de marzo de 1897, siendo las tres de la tarde del Miércoles de Ceniza, se puso en marcha el reloj de Jefatura. Podemos decir que fue la última obra del tenaz e incansable ciudadano Lucas Urrutia. En aquel entonces era presidente de la Comisión Departamental de Obras Públicas y moriría meses después, ese mismo año.
Cuando Treinta y Tres era un pueblo de casas modestas en su mayoría, y de grandes baldíos, se dio el lujo de poner este reloj, igual que las ciudades europeas lo tuvieron en sus iglesias y alcaldías, tradición que se remontaba a la alta Edad Media.
Llegó varios días antes, procedente de Montevideo, y fue guardado en la casa de Urrutia hasta la llegada del técnico que lo instalaría en la casilla recién construida de la Jefatura.
Aunque es propiedad de la Junta local por su mejor ubicación y altura, se eligió este edificio que reunía las condiciones estéticas necesarias.
Pensemos en la importancia que tuvo para el pueblo, cuando pocos vecinos tenían un reloj. Sus campanas se oían desde los alrededores y cumplían una función común y elemental.
En cien años, todos los acontecimientos locales fueron regidos por su tiempo: las horas felices, las tristes, los quehaceres cotidianos, las citas de amores furtivos, la grata llegada de un amigo, y también la hora de un crimen o una traición, pero su alma de bronce está ajena a los hechos cuya hora señalaba; no hay afecto ni odio en su tiempo, solo es responsable de la exactitud, por encima de las intenciones humanas y de sus consecuencias.
Sus ruedas han desgranado un siglo, segundo a segundo, y así seguirá, ajeno a los años que pasan en las futuras generaciones, mientras haya ciudadanos conscientes del valor de nuestro patrimonio local, patrimonio histórico cultural.
El edificio central de la Jefatura de Policía de Treinta y Tres fue declarado Monumento Histórico Nacional , el día 23 de junio de 1998. Permanece abierto a todo público, en las jornadas del Día Nacional del Patrimonio.